Entrevista de Dominique Mirambeau
Moebius
– ¿Jean, cómo nació MOEBIUS?
-Como encontré a MOEBIUS? Mira, encontré a MOEBIUS porque tenía que hacer una historia para Hara-Kiri que en aquella época era un periódico satírico y extraño. Pensé que sería divertido hacer un acto un algo agresivo hacia el mundo tomando un pseudónimo.
-¿Qué percepción tienes de tu universo creativo?
-Mi universo creativo, es principalmente el placer. El placer es el incentivo para sobrevivir. También hay la ganancia, el hecho de ser amado y admirado por los otros dibujantes. Esto es algo que me afecta mucho, e incluso ahora: como se me ve, lo que pueden pensar de mí. Hay momentos en que es muy agradable tener este tipo de pensamientos pero también los hay que son totalmente angustiantes.
A menudo tengo la impresión de que los dibujantes me toman por una especie de payaso desenmascarado. O también como una especie de fantasma: MOEBIUS se revela por lo que es, un mediocre. Pero siempre me llevo la sorpresa de ver que estos artistas me quieren bien. ¡Es formidable! ¡Ojalá que esto dure!
– ¿Cómo conectas con este universo?
– Oh!, ¡es muy fácil! Basta con instalarse con un lápiz y un papel en una mesa, y después dejar que el placer comience.
Cuando dibujas, cuando haces cómics, la que trabaja es básicamente la memoria.
A partir de este material liberado por la memoria, se manifiesta una especie de sensibilización a la imagen, después, una corriente que pasa por la mano, el ojo, el soporte y, que, de un sólo golpe, provoca una emoción. He aquí lo que guía la emoción y que se siente viendo un dibujo.
De hecho, el dibujo es la emoción que deja un rastro. Evidentemente, hay toda clase de emociones: emociones duras, emociones placenteras, de ligereza, de equilibrio.
Algunas veces, llegan bellos dibujos porque uno se adentra en una especie de pozo misterioso, inquietante. También me sucede que dibujando me pregunto si no me estaré volviendo loco.
Tienes verdaderamente la impresión de perder la razón cuando empiezas a dibujar cosas que no tienen ninguna referencia conocida. Te encuentras con una falta de comunicación contigo mismo.
Te ves haciendo algo que no entiendes, como si de repente empezara a hablar una lengua desconocida.
Te ves haciendo algo que no entiendes, como si de repente empezara a hablar una lengua desconocida. Es a la vez angustiante y muy excitante, porque con el tiempo, descubres una especie de confianza. Sabes que no se puede morir en este país desconocido. Ya no hay peligro. Crees que estás en peligro, pero, de hecho, no lo estás, así pues, tienes que continuar. Tienes que tener confianza, e ir hacia adelante! Y, además, la sensación de peligro no desciende con el tiempo: continúa siendo siempre tan intensa.
-Háblanos de tu experiencia con el cine…
-Muy interesante, ciertamente, ya que me acerca a un universo que admiro mucho, que idolatro casi, desde que era un niño. Para mí, el cine es un percance. Es del orden de lo sagrado. Un film, es una manifestación de lo divino, casi….
Los directores son «dioses», entre comillas, por supuesto. Una especie de fantasma me hace colocar el medio del cine muy, muy alto. ¡Y no soy el único! Muchísima gente siente lo mismo.
-¿Cómo haces para saltar de un mundo al otro?
-Haciendo cómics, por un lado, y guiones por el otro, poco a poco vas aprendiendo a explicar historias. Y, explicar historias, es el vínculo que sustenta todas las variaciones acerca del tema de contar historias, en el cine, la literatura, el cómic, el teatro… La esencia de todo esto no es sólo literaria.
¿Y, qué es explicar una historia? Es entrar en parcelas de la vida de la gente, reales o imaginarias, poco importa, ya que lo imaginario es lo real trasladado y enmascarado.
Es alargar su propia experiencia entrando en la experiencia de los otros. Es una facultad humana única que permite justamente la distinción del ser humano. Uno entra en un tejido colectivo.
Nuestra consciencia actual esta hecha de nuestra experiencia personal, «pre» y «post» – digerida por millones y millones de otros seres, lo cual ha dado nacimiento a las historias arquetípicas sofisticadas, rehechas, re-trabajadas y sintetizadas.
Integramos todo esto en nuestra consciencia. Nos transformamos en porta-aviones de la consciencia, capaces de soportar los aparatos, los conceptos que levantan el vuelo, que vuelven, que se sumergen en los fondos, y después se elevan, despliegan sus alas, y son de nuevo catapultados.
Así es, está a nuestra disposición permanentemente. ¡Es formidable! Qué vida tan maravillosa…
-¿Cual es tu experiencia en la utilización de ordenadores para crear imágenes?
-Tal como dicen todos los artistas, el ordenador no es más que un lápiz sofisticado. No es ni más ni menos que un instrumento.
Pero al mismo tiempo, no se puede menospreciar su especificidad ya que cada instrumento tiene su carácter y puede llevar al artista a otro mundo.
-¿Qué piensas de las posibilidades de la realidad virtual?
-Si continuamos tal como hemos empezado, hay bastantes posibilidades de que la imagen de síntesis se perfeccione hasta el punto de llegar a un estado en el cual se podrán recrear los actos.
Se podrán utilizar actores imaginarios que no se podrán distinguir de los verdaderos. Es terrible y es formidable a la vez. Se trata también de un pincel muy perfeccionado para crear e inventar historias. Los problemas morales que esto supone son, por supuesto, incontables. Pero no debemos olvidar que esto será la gran diversión de nuestros nietos. Será necesario saber desembarazarse de estos problemas, ya sean a nivel jurídico o moral.
He aquí la gran cuestión que se plantea a la conciencia de la humanidad: ¿qué es lo que es verdadero? ¿qué es lo que es falso?
Con la imagen de síntesis y los mundos virtuales, entraremos en un aspecto de la problemática cada vez más materializada, cada vez más aguda, cada vez aparentemente más alejada de la metafísica de base, pero de hecho, a la que nos remite muy fuertemente. Y esto será al mismo tiempo algo maravilloso y una gran trampa para la humanidad, especialmente si se va hasta el final de la virtualidad.
¿Qué es el mundo virtual perfecto? Es el sueño. El día en que se llegue a hacer la imagen virtual a nivel del sueño, es aquí donde el hombre se encontrará frente a su destino. ¿Qué es lo que vale más la pena: vivir el sueño de la realidad o el sueño de la simulación? Se tendrá que escoger su sueño.
La cuestión será la siguiente: ¿es que va a valer la pena vivir con toda la pesadez del cuerpo o no será mejor hacer que te pongan en animación suspendida durante 20 años, alimentado por vía intravenosa, y por lo tanto, vivir así en un mundo de imágenes soñadas con algunas personas que estarán allí para dirigir, como los dioses. Ves!, ¡siempre volvemos a la noción de la dirección y de Dios!
Jean Giraud, más conocido por su pseudónimo MOEBIUS, es probablemente el dibujante de historietas fantásticas más importante de todos los tiempos. Nacido en Nogent-sur-Marne (Francia) en 1938, bajo el signo de Tauro, Giraud comenzó a dibujar las aventuras del Teniente Blueberry en 1963, una larga saga que aún continúa en nuestros días.
En 1975 Jean Giraud se rebautiza MOEBIUS, inspirado en el astrónomo alemán, creador del anillo con forma de infinito. A partir de ese momento su obra adquiere una nueva dimensión: Arzach, El Garaje Hermético, The Long Tomorrow, Los Jardines de Edena, Les Yeux du Chat, Venecia Celeste… son auténticas obras maestras que fuerzan los límites de la historieta clásica y nos sumergen en universos inexplorados.
A partir de la década de los setenta MOEBIUS comienza a interesarse por el mundo del cine. Primero participa, junto a Alejandro Jodorowski, en un intento frustrado de llevar Dune al celuloide. Posteriormente colabora en Alien (1979) de Ridley Scott, Tron (1982) de Steve Lisberger, Los Amos del Tiempo (1982) de René Laloux, Willow (1988) de Ron Howard y Abyss (1989) de James Cameron.
Texto originalmente publicado en el catálogo de ArtFutura 1993.