"En la era eléctrica, todos llevamos a la humanidad
como nuestra piel".
Marshall McLuhan, Understanding Media
La más útil reflexión de McLuhan en el contexto
de los cibermedia es la de que la tecnología proporciona
extensiones y especializaciones de nuestros potenciales fisiológicos
y orgánicos. Dicha observación adquiere especial
importancia cuando se refiere a las tecnologías electrónicas,
a las que él consideraba expresiones diferentes y extensiones
de nuestro sistema nervioso central: "Introduciendo nuestros
cuerpos físicos en nuestros sistemas nerviosos extendidos,
con los media eléctricos hemos establecido una dinámica
mediante la cual todas las tecnologías anteriores, que
son meras extensiones de las manos, los pies, los dientes y la
temperatura corporal (controles), todas esas extensiones de nuestros
cuerpos, incluyendo las ciudades, serán trasladadas a sistemas
de información".
Específicamente, esta extensión, o "expresión",
o exteriorización de nuestro sistema
nervioso central toma la forma de redes que son imitaciones más
o menos fieles o de
metáforas tecnológicas que intentan reproducir la
intrincada red de la electricidad de
nuestro propio cuerpo.
1. Las redes de hardware
Se están tejiendo redes físicas, materiales, de
tecnologías de comunicación y clasificación
interactivas e integradoras en el interior, alrededor y sobre
la superficie del planeta, así como en el espacio, vía
satélite y sondas espaciales. El denominador común
es la
electricidad, que crea un campo único y unificado de actividades
electromagnéticas y
afines sobre la corteza terrestre o en su interior. Tanto si acciona
una tostadora en Toronto, como si hace una llamada a Manila o
recibe una imagen digitalizada de la superficie de Miranda, una
de las lunas de Urano, usted participa en este entorno único
del mismo modo en el que un micro-acontecimiento dentro de su
cerebro o de su cuerpo toma parte en la
sinergia de la totalidad de su persona y ser. "Llevamos la
humanidad como nuestra piel" significa que cada uno de nosotros
se encuentra, mediante la electricidad, en contacto con todos
los demás, lo quiera o no. La verdadera estructura de la
conductividad eléctrica se acerca más a la estructura
de la experiencia táctil humana que a cualquier otra experiencia
sensorial. Más aún, la electricidad no "viaja
por el espacio", tal y como por lo general
admitimos; se impulsa a ella misma en un intervalo resonante de
electrones distantes de un punto a otro, a la velocidad de la
luz. Si todo el mundo entendiera las implicaciones de esta metáfora
táctil, ello probablemente ayudaría a llevar al
mundo y a la humanidad a un
entendimiento más profundo de los demás: de hecho,
y no sólo en teoría, estamos en una relación
global de tensiones de minutos, estímulos y variaciones
de intervalos entre
personas y cosas, que aproxima la sensibilidad global humana al
estado de las variables del clima global.
2. Las redes de software
En este entorno tecnológico, la práctica de las
comunicaciones proporciona redes de
software que saturan la capacidad de las ondas aéreas.
Ocupamos y comercializamos todas las frecuencias disponibles,
desde la gama más baja de la audición humana (de
30 Hertz a 20 KHertz) hasta la más alta velocidad de 300
gigaHertz de las comunicaciones por satélite y radar. El
denominador común de nuestras redes de software es el lenguaje
humano, primero y principal "mass media". Explotamos
nuestras gramáticas y sus
correspondientes vocabularios, con las infinitas variaciones que
permiten, para la
innovación, el control y el procesamiento.
Dentro del entorno electrónico unificado, el lenguaje proporciona
el factor esencial de
diferenciación sin el cual no podría existir ni
articulación ni procesamiento. Así como el hardware
electrónico constituye la necesaria metáfora técnica
para llevar a cabo nuestras actividades operacionales de creciente
complejidad, el lenguaje, el software humano,
proporciona las extensiones articuladas de la mente humana. En
las interacciones
mundiales electricidad/lenguaje hallamos las mismas relaciones,
intrincadas pero
perfectamente comprensibles, que gobiernan las misteriosas interacciones
cerebro/mente.
3. Las extensiones sensitivas electrónicas
No obstante, aun cuando las tecnologías informáticas
han incrementado nuestro interés y centrado nuestra atención
en las propiedades normalizadas de nuestro propio sistema
nervioso central, con una fascinación especial por el cerebro,
las complejidades aportadas por las metáforas conjuntas
de la "Inteligencia Artificial", los "Sistemas
Expertos" y otros desarrollos de base cognitiva, no se limitan
al frío procesamiento intelectual. El reciente avance en
la investigación de la "Realidad Virtual" indica
claramente que por fin estamos entendiendo que debemos también
reflexionar sobre el papel indispensable de nuestras modalidades
sensitivas para experimentar plenamente el mensaje de la electricidad.
Los mejores investigadores de la I.A. (Inteligencia Artificial)
han llegado ya a la conclusión de que no puede haber "inteligencia"
real, artificial u otra, sin la incluir consideraciones sobre
el papel de los sentidos.
La insistencia de los investigadores de la R.V. (Realidad Virtual)
en el tacto no es accidental: "comprender", e incluso
"pensar" (pensare viene de pesare, que significa pesar,
soportar) son experiencias subliminalmente táctiles. Los
investigadores de la R.V. han reconocido que el verdadero procesamiento
de la información no se limita a operaciones lógicas,
sino que debe incluir la entrada de datos y las complejas pautas
integradoras de las modalidades auditiva, visual y táctil,
y muy pronto, las de la olfativa y la gustativa. No resulta
sorprendente que el 80% de los investigadores de la R.V. recibieran
originalmente una
formación artística, ya que la primera tarea del
artista es la de ocuparse de las
complejidades y posibilidades reveladoras del sensorium humano.
Mejor que ningún otro, el artista sabe que la electricidad
tiene mucho que ver con el tacto.
4. El lugar de la conciencia
Sin embargo, la inclusión de nuestras extensiones sensoriales
dentro del entorno
electrónico da otra dimensión a nuestra percepción
de la realidad: el hecho de que
podamos considerar realmente la posibilidad de la "Conciencia
Artificial" se debe
únicamente a que podemos incluir en nuestro sensorium extendido
percepciones
sensoriales como la visión, el oído y el tacto artificiales.
De hecho, si a la C.A. le restamos la interacción de los
sentidos, obtenemos la I.A. realmente, la I.A (inteligencia artificial)
es la C.A. (conciencia artificial) a la que se resta la interacción
de los sentidos. Únicamente
añadiendo la interacción sensorial podremos reconstituir
fuera de nuestro cuerpo la clase de "interioridad" que
caracteriza a la conciencia humana.
Según nuestro entendimiento convencional "occidental",
la conciencia es un fenómeno
"interno", algo que ocurre en algún lugar entre
los oídos, recogiendo la información y los estímulos
tanto del reino exterior, objetivo, como de las sensaciones y
experiencias
subjetivas físicas y mentales. Esta noción es una
respuesta típica a la cultura alfabética. Desde
los albores de la alfabetización, los filósofos
griegos presocráticos y socráticos avanzaron la
idea de que el centro del conocimiento, incluso el de la percepción,
no era, como se creía previamente, el tórax y los
pulmones, sino el cerebro. Al tiempo que su
alfabetización iba aumentando, los griegos, y la subsecuente
civilización occidental,
desplazaron su sensibilidad desde el reino de la respiración
hacia el del pensamiento. Obviamente, no podía darse una
clara distinción entre "interior" y "exterior"
en las culturas prealfabéticas que basaban su epistemología
en la respiración, ya que la respiración es una
experiencia esencialmente interior/exterior.
Basándose en una apreciación inconsciente de la
relación específica entre el lector y el texto,
Platón y Aristóteles, y mucho después Kant
y Descartes, formularon una distinción categórica
entre la realidad objetiva de la Naturaleza (physis) y la experiencia
subjetiva de la conciencia. El sesgo alfabetístico de esta
distinción ha escapado completamente a la
atención tanto de los filósofos del pasado como
de los psicólogos cognoscitivos del
presente. La lectura es un proceso en el que un conjunto objetivo
de signos abstractos, un código, es traducido por la mente
a una experiencia subjetiva de interpretación.
Y todavía hoy, a pesar de los trillones de palabras dichas
y escritas acerca del tratamiento de la información y de
la conciencia desde los tiempos presocráticos, nadie parece
haber observado que para convertir el material de lectura en material
cognoscitivo requiere la combinación y la articulación
no sólo de palabras e ideas, sino también de información
sensorial. No puedes leer una novela, no puedes leer en absoluto
sin un mínimo de
imaginación. Este proceso de imaginación se construye
sobre reminiscencias sensoriales almacenadas en la memoria y disponibles
sobre demanda para crear combinaciones y
recombinaciones infinitas que aderezan la conciencia.
Bajo la influencia del sesgo alfabetístico, la misma Naturaleza
se ha convertido en un libro, en una metáfora que ha guiado
el pensamiento de la edad media y permanece todavía como
asunción incuestionada en muchas sociedades modernas. Dentro
de esta estructura alfabética de la mente, la conciencia
fue posible únicamente en el interior de nuestra mente.
La división entre realidad exterior y conciencia interior
estaba clara, totalmente clara gracias a los esfuerzos de los
científicos para reducir todos los aspectos del mundo material
y visible a definiciones pulcras y correctas aceptadas universalmente.
5. Sentido común
Como sugiere McLuhan: "La misma palabra `comprensión'
o `aprehensión' apunta al
proceso de alcanzar una cosa a través de otra, de dominar
y sentir muchas facetas al mismo tiempo a través de más
de un sentido a la vez. Empieza a resultar evidente que el `tacto'
no es la piel, sino la interacción de los sentidos, y `mantener
contacto', o `tomar
contacto', es cuestión de un encuentro fecundo de los sentidos,
de la visión traducida a
sonido y el sonido traducido a movimiento, gusto y olfato. Durante
muchos siglos se ha
venido considerando el `sentido común' como el poder peculiarmente
humano de traducir un tipo de experiencia de un sentido a todos
los sentidos y de presentar el resultado a la mente como una imagen
unificada. De hecho, esta imagen de una relación unificada
entre los sentidos se ha mantenido mucho tiempo como la marca
de nuestra racionalidad, y en la edad informática puede
fácilmente suceder lo mismo, ya que ahora es posible programar
relaciones entre los sentidos que se aproximen al estado de la
conciencia".
Muy deprisa, mientras el Renacimiento desarrollaba nuestra tradición
humanística, el
sentido común elaborado por la filosofía latina
y medieval se asimiló a la palabra impresa. En efecto,
los textos dan un significado y en lo sucesivo un "sentido",
común a todo lector. Del mismo modo en que el alfabeto
redujo toda nuestra experiencia sensorial a una única línea
de significado, la digitalización está ahora reduciendo
toda nuestra experiencia
orgánica y mental a una única secuencia de información
codificada. Pero la diferencia
crítica entre los libros y los cibermedia actuales radica
en que estos últimos posibilitan la retraducción
de este código común fuera del reino de la mente
y del sensorium humanos.
6. La disipación de los límites de la conciencia
A causa de nuestra capacidad actual para proyectar la interacción
sensorial que requiere la conciencia fuera del universo cerrado
de nuestras mentes, nuestras distinciones de
conveniencia entre la objetividad y la subjetividad han dejado
de ser enteramente fiables: la línea de separación
se confunde, cuando no desaparece por completo.
Por ejemplo, tomando como punto de partida en esta cuestión
de límites nuestra relación con las pantallas mentales
y tecnológicas, podemos encontrar una pauta que nos guíe
en el laberinto de nuestros procesos de información mediatizados.
Evidentemente, con los libros, la "pantalla" donde se
desarrollan las imágenes y el significado está en
el interior. De hecho, es más como un escenario interno
que una pantalla plana, de ahí la estrecha asociación
que ha existido entre el alfabetismo y el teatro. La invención
griega de la institución teatral no fue sino un modelo
normalizador para la integración de las percepciones sensoriales
procedentes del yo interior durante el proceso de lectura.
Con la televisión, sumo refinamiento en una larga serie
de espectaculares estrategias de procesamiento de la información,
la pantalla está en el exterior y además repleta
de
información sensorial. No obstante, desde el punto de vista
del procesamiento de la
información, la TV es una tecnología incompleta.
Vierte sus imágenes desde fuera hacia dentro, totalmente
impermeable a nuestras respuestas individuales. Muchos críticos
han señalado que la TV es un medio de comunicación
de una sola dirección. No ofrece nada mejor que una realidad
"empaquetada". Incluso así, es su contenido altamente
sensorial lo que la hace tan atractiva y proporciona el escalón
necesario hacia la posterior
exteriorización de la conciencia. La TV vulnera también
los límites de la imaginación
privada.
Los ordenadores, al permitirnos "replicar" a nuestras
pantallas, aportan el segundo
elemento que conducirá a la exteriorización de nuestra
conciencia. La réplica requiere una forma u otra de interfaz.
Resulta por lo tanto comprensible que gran parte del trabajo que
se ha invertido en fabricar ordenadores mejores se haya centrado
en la mejora de los
interfaces, haciéndolos más "amenos para el
usuario". Simultáneamente, el "interface"
se ha convertido en el lugar privilegiado del procesamiento de
la información, y es ahí
precisamente donde la frontera entre el interior y el exterior
se ha vuelto confusa. La gran pregunta que obsesiona a los psicólogos
cognitivos de hoy es si, cuando utilizamos
ordenadores, somos amos o esclavos, o un poco ambas cosas. ¿Son
las rutinas de
programación hechos meramente externos que pertenecen a
una máquina objetiva, o nos imponen un protocolo de operaciones
tan riguroso que nos convierte en meras extensiones del programa?
La única respuesta posible a esta fastidiosa pregunta es
la de reconocer que los ordenadores han creado un nuevo tipo de
conocimiento intermedio, un puente de
interacción continuada, una especie de "corpus callosum"
de intercambios entre el mundo exterior y nuestro yo interior.
El desarrollo de esta fase intermedia de procesamiento consciente
se verifica no sólo en términos de nuestra relación
personal con los ordenadores, sino también en la dinámica
social de éstos en el entorno de la red. Una rápida
sinergia puede establecerse
instantáneamente y por si misma entre los ordenadores y
la televisión en las campañas electorales y mercadotécnicas,
o incluso en la bolsa de valores, donde las máquinas toman
en nuestro lugar decisiones de importancia vital con una intervención
mínima de nuestros propios votos o capacidades de pensamiento.
7. Penetrar en la pantalla para una conciencia colectiva objetiva
El reciente matrimonio entre los ordenadores y la televisión
está cambiando una vez más las bases del conocimiento
humano. Para comprender todas las implicaciones que
conlleva la posibilidad de procesar imágenes artificiales,
de vídeo y sonidos en tiempo real, debemos proceder inmediatamente
a consideraciones sobre la R.V. (realidad virtual),
saltándonos los necesarios pero menos interesantes pasos
de la infografía, el vídeo
interactivo, el CAD, el vídeo de sobremesa y otras tecnologías
interactivas más lentas y
laboriosas. Con la R.V., no sólo replicamos a nuestras
pantallas, sino que "entramos"
literalmente en ellas, como en TRON, la profética película
sobre un programador que viaja al interior de su programa. Más
aún, la máquinas de R.V. extienden y entroncan nuestras
percepciones sensoriales (tacto, vista y oído) para reconstituir
una conciencia artificial que se encuentra realmente fuera de
nuestra propia mente, fuera de nuestro propio cuerpo. Y lo que
es más, esta conciencia artificial puede ser compartida,
y esta posibilidad de ser
compartida le confiere a la R.V. el carácter esencial de
realidad convencional, objetiva.
Jaron Lanier observó justamente que en su invento, el RB-2
(realidad hecha para dos), por primera vez en la historia de la
humanidad se había creado un mundo en el que las
personas podían experimentar una forma de subjetividad
como si fuera objetiva, sin tratarse de un sueño. Ahora
podemos apreciar mejor la teleología de la digitalización
de la
experiencia humana, cuyo destino parece haber sido en parte el
de introducir un tercer nivel de conciencia para todo el que se
ponga visores y prendas informáticas. Podemos también
empezar a trazar el largo y complejo camino de la mente humana
yendo desde la
conciencia tribal hacia el reino privado del yo a través
de los libros, saliendo luego de nuevo hacia el reino social sin
perder las referencias de sus fuentes individuales. McLuhan, claro
está, era perfectamente consciente de esta posibilidad
mucho antes que nuestros mejores escritores de ciencia ficción:
"El haber extendido o trasladado nuestro sistema nervioso
central a la tecnología electromagnética no es sino
un paso más en la transferencia de nuestra conciencia al
mundo del ordenador. Luego, por lo menos, seremos capaces de
programar la conciencia de manera que no se vea entorpecida ni
distraída por las ilusiones narcisistas del mundo del espectáculo
que acosa al género humano cuando se encuentra a sí
mismo tendido en su propia trampa. Si la función de la
ciudad es la de rehacer o trasladar al hombre a una forma de vida
más apropiada que la conseguida por sus antepasados
nómadas, ¿acaso no podría ser que el traslado
actual de todas nuestras vidas a la forma
espiritual de la información convierta a todo el planeta,
y a la familia humana, en una
conciencia única?"
8. El hombre biónico
El despliegue determinativo de las tecnologías que "transfieren
nuestra conciencia al mundo del ordenador" debe postular
la eliminación gradual de los "interfaces," o,
como se sugirió en el anterior congreso de ArtFutura en
Barcelona, la conexión directa de los
sensores de R.V. (realidad virtual) a nuestras propias percepciones/expresiones
sensoriales. Ya es concebible, y casi técnicamente factible,
activar sólo con el pensamiento operaciones realizadas
por máquinas. Los "interfaces" activados por
los ojos y la voz, la más cercana simulación del
pensamiento, han superado ya ampliamente la etapa de la mesa de
diseño. Una consecuencia previsible de la eliminación
del interface es la de
alimentar las meditaciones acerca del "hombre biónico".
Una relación verdaderamente
biónica entre el hombre y la máquina sólo
puede establecerse eliminando la última frontera, el interface.
Esto no es necesariamente deseable, pero el pronóstico
no debe obscurecer
el hecho de que desde el principio hemos estado alimentando relaciones
determinativas con nuestras máquinas e inventos. No existe
y nunca ha existido eso que se llama
"hombre natural".
Dicho esto, cuando nos enfrentamos a la obligación de adaptarnos
a nuestras propias
invenciones, tendemos a adoptar la clásica estrategia de
encogernos en nuestra imagen previa. Aún cuando asistimos
a la inexorable toma del poder de nuestras mentes y cuerpos por
parte de las tecnologías biónicas, estamos lejos
de intentar ponernos a la altura de los requerimientos de una
psicología biónica. Permanecemos todavía
anclados en una imagen superada, cuando no irrelevante, del hombre
del Renacimiento atrapado en el punto de vista perspectivista
de la conciencia privada cerrada. Como ironizó McLuhan,
adoptar un punto de vista único incluso frente a un entorno
electrónico tan banal como la televisión es como
agitar muy deprisa los brazos para detener una ola de marea.
El hombre y la mujer de hoy deben intentar crecer psicológicamente
a la altura de nuestros logros tecnológicos. Si podemos
caminar, si bien virtualmente, por los valles de Miranda, debemos
empezar a asumir que nuestra conciencia privada y colectiva, toda
de una vez, ha tomado las proporciones de nuestro sistema solar.
Debemos así mismo esforzarnos en
integrar dentro de nuestra intimidad, es decir, en nuestro sentido
del yo, las intrincaciones de los universos que las investigaciones
tecnológicas nos han abierto. Al igual que nuestros campos
de visión personales e individuales están siendo
enormemente ampliados
gracias a nuestros sistemas de sondeo y recuperación, los
límites de nuestro alcance
normativo están explosionando para no volver nunca a su
forma anterior. No podemos
seguir pretendiendo que "todo lo que pueden ver nuestros
ojos" es nuestro único punto de referencia para la
identidad y la elección.
Nuestra imagen de yo/cuerpo no puede seguir siendo sin riesgos
la de la substancia
humana insignificante envuelta en nuestra piel carnosa, como si
tampoco perteneciéramos en cuerpo y alma al gran reino
de la humanidad en contacto permanente. El llevar la
humanidad como nuestra piel, pronto será no sólo
una opción, sino un imperativo, cuando sintamos la necesidad
de relajar nuestros impulsos egoístas para darnos cuenta
de que o lo logramos todos juntos, o no lo lograremos en absoluto.
Una manera de enfocar esto es abandonar nuestros puntos de vista
obsoletos como estrategias inadecuadas de
supervivencia, y substituirlos por, en cierto sentido, nuestro
"punto de ser". La cuestión es: ¿dónde
encajamos, como individuos, en esta súbita expansión
de la conciencia, y en su
implosión correlativa de contraernos todos en uno sólo?
El punto de ser es una experiencia táctil, en buena armonía
con la sensibilidad electrónica. Nos permite así
mismo conservar nuestras propias huellas cuando nuestra voz, imagen,
tacto y operaciones de activación se distribuyen y diseminan
instantáneamente por todo el planeta. Mi punto de ser,
lejos de
distanciarme de la realidad como solía hacer mi punto de
vista, es mi punto de entrada en la participación del mundo.
Desde la privilegiada posición de ventaja de nuestra conciencia
individual, no sabemos, no sentimos o experimentamos más
que sensaciones de placer y dolor efímeras e imprecisas,
como olas, una miríada de acontecimientos y comunicaciones
dentro de nuestro propio cuerpo o mente a nivel celular. Lo que
está ocurriendo hoy con la rápida integración
de nuestros cibermedia en el cuerpo biónico global es la
misma proliferación de
acontecimientos e interacciones inimaginablemente complejos, pero
con una diferencia trascendental: cada acontecimiento tecnológico,
fruto de nuestro trabajo consciente, es
accesible en mayor o menor grado a nuestra apreciación
consciente, tanto individual como colectiva. Esta nueva situación
coloca la carga de la responsabilidad de la armonía del
mundo sobre cada uno de nosotros. Se ha hecho posible participar
en amplias ondas de
información-recuperación que vuelan sobre el planeta
vía radio o televisión. Se ha hecho deseable participar
en emociones planetarias, ya sean acerca de la crisis del golfo
o sobre las promesas al tercer mundo. Para ser y permanecer pertinentes
ante el ímpetu de la
precipitación de la conciencia colectiva hacia las redes
biónicas de la tierra, debemos, tal como urgió McLuhan,
desarrollar, todos y cada uno de nosotros, la sensibilidad del
artista:
"El artista es la persona en cualquier campo, científico
o humanístico, que comprende las implicaciones de sus acciones
y del nuevo conocimiento sobre su tiempo. ....
Derrick de Kerckhove es director en el programa McLuhan de
cultura y tecnología en la Universidad de Toronto. Ha publicado
muy a menudo en el campo de la teoría de la comunicación.
Su trabajo está relacionado con las investigaciones sobre
el impacto de los media tales como la escritura, la televisión
y las computadores y su efecto en el sistema nervioso humano.
Texto originalmente publicado en el catálogo de ArtFutura
1998.