Consideramos el arte digital, y especialmente
el net.art, una de las expresiones artísticas
más originales y genuinas de esta
época. Como periodistas tuvimos la suerte de poder
llevar temas relacionados con el desarrollo del arte vinculado
a las nuevas tecnologías y con el impacto de éstas
en el mundo del arte y la cultura. De ese modo asistimos -y de
cierta forma contribuimos- a su evolución pública,
al mismo tiempo que podíamos enterarnos de lo que pasaba
en la “trastienda”. Nuestra visión es el resultado
de la unión de estos dos elementos informativos, tamizada
por una aproximación pragmática al tema y con la
perspectiva que concede una historia que va por los diez años.
Una década es mucho tiempo para el desarrollo de un niño
y quizás los primeros diez años
son precisamente aquellos en que realiza más cambios y
aprende más cosas... algo parecido ha pasado con el net.art
que en este lapso de tiempo ha experimentado un desarrollo
imparable por rápido y contundente. Probablemente
la mayoría de estas expresiones de la creatividad contemporánea
no perdurarán a través de los siglos... pero ¿de
dónde salen las obras maestras, imperecederas y emblemáticas,
si no de las múltiples experimentaciones que marcan el
desarrollo de las ideas, las estéticas e incluso las costumbres
más simples?
Es evidente que tanto el net.art como las demás formas
de arte vinculadas a las nuevas tecnologías, y en especial
modo a las tecnologías de la información, responden
a una serie de condiciones muy concretas que se han dado en nuestra
época y de ninguna manera constituyen un fenómeno
aislado y ajeno al desarrollo de la historia del arte.
El net.art es heredero de las experimentaciones
que, desde la aparición de estos medios, algunos artistas
han llevado a cabo juntando dos elementos de por si muy poderosos:
los sistemas de comunicación y el arte. Las primeras tentativas
de usar las telecomunicaciones en el arte tienen raíces
muy profundas y su desarrollo está estrechamente vinculado
a la evolución técnica del propio medio.
Una evolución que, más allá de la fascinación
por los nuevos recursos y potencialidades, implicó la materialización
de la gran utopía democrática de Internet:
participación, colaboración, internacionalismo,
comunidad global. Estos valores, que el mundo digital
comparte con los modelos visionarios de las vanguardias
históricas, junto con las posibilidades propias
de las nuevas tecnologías: interactividad, ubicuidad,
procesualidad, virtualidad e interdisciplinariedad, han
dado lugar a obras absolutamente originales y a unos cambios que
han afectado a todo el sistema del arte, influyendo y modificando
los procesos de creación, exposición, fruición,
colección y naturalmente también de compra-venta
de la obra de arte.
Los artistas que trabajan con Internet quieren plasmar sus espacios
de creación, comunicación y exposición de
forma autónoma e independiente. Quieren cambiar
su relación con el público, arrancándole
de su papel pasivo e involucrándole en la creación
de obras en las que muchas veces el proceso es más importante
que el resultado. Quieren modificar su relación con la
tecnología, se apropian de las técnicas situacionistas
del detournement para modificar los programas, cambiando sus funciones
y los objetivos por los que fueron inventados. A la crisis de
valores y al triunfo de la economía de mercado y del neo-liberalismo
salvaje, responden con obras inmateriales, que
no tienen nada que ver con el objeto, ni siquiera con el objeto
fetiche que conserva la memoria de una acción; obras invendibles
en una sociedad basada en la acumulación de objetos; obras
que no requieren un espacio expositivo y que a través del
ordenador establecen una relación directa y personal con
el usuario.
Compartimos la idea de que el impacto de las nuevas tecnologías
digitales en la creación artística contemporánea
ha marcado el final del periodo post-moderno
que caracterizó la historia del arte de los últimos
30 años, dando inicio a una nueva modernidad.
Los artistas dejan de citar y vuelven a inventar. La fascinación
por el relativismo, la duda y la pluralidad de opciones de los
post-modernos dejan paso a la procesualidad, el internacionalismo
y la voluntad de superar la dicotomía entre local y global
del mundo digital. “Existe una sensibilidad creativa distinta
a la que caracterizó los años 80 y 90. Los artistas
digitales son hijos de una revolución tecnológica
parecida a la revolución industrial de finales del siglo
XIX que, como aquella, ha generado un deseo y una actitud experimentales”
afirma la comisaria y teórica Carolyn Christov
Bakargiev. Los artistas que aparecen entre 1995 y 1998
(aquellos que Olia Lialina llama “los años heroicos”),
Vuk Cosic, Jodi, Heath Bunting, Alexei Shulgin
y la misma Lialina, conocen, aprecian y centran
sus trabajos en la tecnología digital, pero al mismo tiempo
establecen referencias con las utopías de los modernos
de principio del siglo XX, sean o no irónicas como la célebre
Historia del net.art de Cosic, una trilogía que empieza
con History
of Art for Airports (http://www.ljudmila.org/~vuk/history)
donde ironiza sobre la representación del arte en red,
a través de una serie de ideogramas parecidos a los que
se encuentran en los aeropuertos, que representan momentos y creadores
clave de la historia del arte, desde Lascaux
a Wahorl, pasando por Heath Bunting.
Internet contribuye a materializar los anhelos de la modernidad,
ya que permite eludir las habituales clasificaciones étnicas
y los clichés nacionales y, aunque está básicamente
controlado por las grandes compañías de comunicaciones
americanas y multinacionales, supone la posibilidad de utilizar
canales de producción y distribución distintos a
los tradicionales. Por otro lado el net.art se encarga de desmentir
la presunta tecnofobia de las mujeres y también tiene el
mérito de ser la primera expresión artística
desde la II Guerra Mundial que trasciende las fronteras y las
diferencias culturales entre Europa Occidental y Oriental.
A pesar de que durante la Transmediale 2001 Mark Amerika
declaró que el net.art está muerto,
las experimentaciones siguen más vivas que nunca. A pesar
de los problemas inéditos que conlleva, el net.art ha obtenido
reconocimiento y aceptación mucho más rápidamente
que otras expresiones artísticas como el vídeo e
incluso la fotografía, y cada día vemos como va
estrechando los lazos con los diferentes agentes del sistema del
arte y el mundo empresarial. Lo demuestran la experiencia del
Future Lab del Ars Electronica Center, el Auto-Illustrator
(http://www.auto-illustrator.com) de Adrian Ward,
un software que tras ganar Transmediale 2001 se ha convertido
en un programa comercial o la financiación de muchos proyectos
basados en el Palm precisamente durante el lanzamiento comercial
de esta tecnología como Tap
(http://www.diacenter.org/buckhouse) de James Buckhouse
y Zombie
& Mummy (http://www.zombie-and-mummy.org) de Olia
Lialina y Dragan Espenschied, producidos
por el Dia Center de Nueva York.
El dinamismo y la variedad del panorama dejan presagiar tiempos
muy interesantes. A veces resulta difícil dar los nombres
exactos y apropiados a las cada vez más numerosas formas/tendencias/corrientes
del arte en Internet: software art, browser art, net.art,
proyectos web-based, realidad virtual, artivismo, hacktivismo,
weblogs, telepresencia, media-performance, entornos de vida artificial...
Nos encantan las palabras y nos gusta buscar y utilizar las apropiadas.
Sin embargo, los nombres también pueden servir para abrir
disputas sin fin y los debates pueden convertirse en polémicas
estériles. Más que establecer etiquetas o servir
para encasillar una experiencia, los nombres deben servir para
definirla y, en la medida de lo posible, explicarla. Cuando el
net.art apareció incluso su nombre, con aquella curiosa
grafía con el punto en medio, levantaba suspicacias y le
hacía parecer un juego sin trascendencia. Sin embargo,
se trata de un medio tan fuerte, tan poderoso y tan distinto
de cualquier otro, que lo que empezó entre unos
cuantos visionarios se ha ido convirtiendo en un fenómeno
cada vez más extenso, que reúne un sinfín
de experiencias en algunos casos muy lejanas de la que fue la
idea de los primeros net.artistas y la esencia de las primeras
obras de net.art.
Ya no hay vuelta atrás. La contaminación
entre arte y nuevas tecnologías ya está muy avanzada.
La evolución de los medios y de los soportes ha contribuido
a cambiar la forma de pensar y de crear. Cada vez más prevalecerán
obras y experiencias híbridas, que mezclan diferentes medios,
soportes y disciplinas. El significado mismo de estos términos
se va difuminando: el medio se convierte en contenido, el soporte
en medio y la información en arte.
Texto originalmente publicado en el catálogo de ArtFutura
2003.